Tal como se relató a Shannon Shelton Miller
Septiembre es el Mes de Concientización del Cáncer Ginecológico
Estaba trabajando en febrero de 2019 cuando mi ginecóloga obstetra me llamó y me preguntó si podía hablar por un momento.
"Preferiría no hacer esto por teléfono, pero es muy grave", dijo. "Tienes cáncer endometrial de etapa 1 y te voy a referir a un oncólogo".
Estaba conmocionada. Solo tenía 24 años y aunque experimenté problemas la mayor parte de mi adolescencia y mi vida adulta relacionados con el ciclo reproductivo, nunca imaginé que me diagnosticarían cáncer.
Desde la secundaria, siempre tenía períodos menstruales irregulares que a veces duraban entre 10 y 12 días. En la universidad, empecé a tener aumento de peso, acné y vello facial en exceso. Después de tener consultas con el doctor del campus y mi doctor de cabecera, solo recibí consejos estándar para disminuir de peso y cambiar mi dieta. Traté de explicar que mis hábitos alimenticios no habían cambiado y que aun así seguí aumentando de peso y no sabía qué hacer.
Finalmente tuve una consulta con una ginecóloga obstetra nueva cerca de mi hogar en Richmond, Virginia, quien me preguntó acerca de mis síntomas. Me dijo que estas eran señales frecuentes del síndrome de ovario poliquístico o SOP. Me alegró tener una respuesta pero me pregunté porque nadie sugirió eso hace dos o tres años.
Recuerdo que me dijo que el SOP no podía curarse, así que en mi mente, no tuve motivos para investigar mucho al respecto. Supuse que solo debía controlarlo, pero no me indicaron las medidas que debía implementar, métodos para disminuir de peso ni para abordar los síntomas, aparte del uso de anticonceptivos. Había tomado anticonceptivos antes y no me gustaba como me sentía cuando los tomaba, así que decidí no hacerlo.
Un año después, mis síntomas se volvieron más graves. Tuve hinchazón en el vientre durante meses y el sangrado abundante empezó otra vez. A finales de diciembre de 2018, quise tener una consulta con la proveedora médica que me diagnosticó el SOP, pero estaba de vacaciones. Tuve una consulta con otro doctor, un hombre blanco, por aproximadamente cinco minutos. Sentí que apenas escuchó lo que le dije y no me hicieron la ecografía ni las otras pruebas que solicité.
"Es imposible que usted tenga cáncer", dijo. "Todo está bien".
Pero yo sabía que algo estaba mal. La hinchazón de mi vientre nunca desapareció y tenía la apariencia de una mujer embarazada. Llamé al consultorio otra vez en enero y programé una consulta con mi ginecóloga obstetra, quien solicitó una ecografía y otras pruebas. Cuando recibió la imagenología, dijo que estaba preocupada por lo que vio y solicitó una D y C.
Cuando me llamó cinco días después de la consulta, estaba trabajando como profesora de prekínder de una escuela primaria y fui a la sala de profesores para hablar. La doctora me dijo que tenía cáncer endometrial, un tipo de cáncer uterino, y quería ver si podía tener una consulta con un oncólogo ese mismo día. Le dije que sí y llamé a mi familia. Mi mamá, papá y hermano vinieron para llevarme a la consulta.
Aquí es cuando empecé a sentir mucha frustración. Obviamente, estaba frustrada con toda esa experiencia, pero cuando el oncólogo preguntó si alguna vez tomé anticonceptivos para mi SOP, me dijo que debí haberlo hecho porque eso pudo haber prevenido que se desarrolle el cáncer. Si hubiese sabido eso, habría implementado esa medida y también hubiese deseado saber que tenía un SOP antes para haber tenido más tiempo para abordarlo.
2025 (Foto/Keith Nixon)
En vez de eso, estaba teniendo conversaciones sobre la tasa de supervivencia del cáncer endometrial, la preservación de mi fertilidad y seguimiento médico por el resto de mi vida. Fue difícil para mí pensar repentinamente en no poder tener hijos o escuchar que si me trataban y el cáncer reaparecía, debería someterme a una histerectomía total. Mi mamá también tuvo cáncer al mismo tiempo, recibió su diagnóstico seis meses antes, así que mantuvimos conversaciones muy serias acerca de la muerte.
El oncólogo dijo que no tenía que someterme a quimioterapia o radiación porque era muy joven y porque mi cáncer no estaba en una etapa avanzada. Me sometí a terapia hormonal, que consistía en dos píldoras en la mañana y dos en la noche. Afectaba mucho mi cuerpo, aumenté 25 libras de peso, comía todo el tiempo y aun así siempre tenía hambre. Me sentía muy incómoda.
Después de mi tratamiento, mantuve consultas de seguimiento con mi oncólogo cada tres meses para asegurarme de que el cáncer no haya reaparecido. Debía tener las consultas con tanta frecuencia porque era muy joven para este tipo específico de cáncer que usualmente se diagnóstica para mujeres menopáusicas.
Decidí no dejar que el cáncer destruya todos mis sueños. El mes después de mi diagnóstico, viajé a Cuba y luego al parque nacional de Joshua Tree. Mi equipo médico me ayudó a desarrollar un plan para mi vida después del cáncer, desde el seguimiento hasta la preservación de mi fertilidad para cuando esté lista para tener hijos. En 2020, congelé mis óvulos por si necesito usarlos después. Pensar en lo que quería hacer en el futuro me dio tranquilidad.
El año pasado fundé Uterine Care Collaborative, una iniciativa para educar a mujeres de raza negra sobre el cáncer uterino, los fibromas, la endometriosis y el SOP. Es una central comunitaria virtual donde las mujeres pueden aprender sobre esos trastornos, cómo controlarlos y cómo tener conversaciones con las mujeres de tu familia acerca de tus antecedentes médicos familiares. Mi esperanza es que Uterine Care Collaborative se convierta en una plataforma en la cual mujeres puedan aprender y sentirse cómodas mientras tienen estas conversaciones que potencialmente podrían salvar vidas.
En mi capacidad como comunicadora de la salud pública, mi mensaje es que cuidarse a uno mismo es crítico, especialmente para mujeres de raza negra porque debemos luchar contra un sistema que no siempre nos escucha, ve o incluye en las investigaciones y en los ensayos clínicos. Es importante decir a las mujeres "epa, si tienes estos síntomas y te pasa esto en el consultorio, no tienes que aceptarlo. Haz que alguien lo evalúe.” Si la respuesta no te satisface, obtén una segunda opinión.
Siempre he sido una persona religiosa y muy alegre. No puedo pasar el resto de mi vida preocupándome de la posibilidad de que mi cáncer reaparezca o de si sangraré otra vez por ocho meses o de cualquier otra cosa que pueda pasar. El mes pasado, fue muy emocionante cuando mi oncólogo me dijo que finalmente podía tener consultas cada seis meses en vez de cada tres, pero acepto que solo tengo el control de las cosas que puedo controlar.
Ahora tengo 31 años y sé que mi historia no ha terminado. A final de cuentas, todo está en las manos de Dios.
Este recurso educativo se preparó con el apoyo de Merck.
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