Tal como se relató a Erica Rimlinger
Solía asistir a celebraciones navideñas todos los años tostada y brillando con un bronceado nuevo. Broncearme era parte de mi rutina regular de belleza y me sentía incompleta si no lo hacía. Nunca pensé que cancelaría mi membresía en el salón de bronceado al que fui durante mucho tiempo, pero ese día llegó.
El formulario de cancelación solicitaba un motivo. Escribí con letras grandes: MELANOMA. Tenía 26 años, me habían diagnosticado recientemente una de las formas más mortales de cáncer de la piel y estaba furiosa conmigo por ignorar las advertencias en letras pequeñas del contrato. El empleado del salón miró mi formulario después de que lo contesté, dijo, "está bien, ya acabaste" y se fue.
Días antes, mi mamá me rogó que haga que examinen un lunar en mi pecho. Estaba preocupada porque a mi papá le diagnosticaron melanoma de etapa 0 el mes anterior. Pensé que el diagnóstico de mi papá le estaba dando paranoia. Solo cinco semanas después de cumplir 26 años, era mucho más joven que mi papá y mi lunar sospechoso se veía como el de él. El mío no era grande como el lunar de mi papá, pero tenía varios colores con bordes irregulares.
Ignoré a mi mamá diciendo "seguro, mamá", pero su preocupación se fijó en mi cerebro. Usé Google para investigar y vi muchas fotos de lunares sospechosos. Finalmente pensé, está bien, no pierdo nada si hago que un dermatólogo examine mi piel.
Estaba poco preparada para la experiencia de pararme desnuda, de cabeza a pies, frente a un doctor que conocí apenas cinco segundos antes. Tengo muchos lunares y a medida que el doctor los inspeccionaba, me preguntaba sobre mi uso de camas de bronceado, mis antecedentes familiares de melanoma y mis hábitos en lo que se refiere al sol. Empecé a sentirme incómoda y me puse un poco a la defensiva. Vivo en Ohio donde no recibimos mucho sol y broncearse es un estándar de belleza. No ves a modelos que no estén bronceadas, ¿verdad? El doctor me preguntó si tenía algún lunar que me preocupase. Obstinadamente, dije no.

Sin embargo, se acercó a ver el que le preocupó a mi mamá. No se veía como mis otros lunares. Lo extrajo para una biopsia y pensé, "maravilloso. Ya acabamos". Había escuchado de personas a quienes les removían lunares precancerosos todo el tiempo. Eso no significaba que ocurría algo malo. Mi mamá estaría feliz de que hayan examinado mi piel y debo admitir que yo también me sentía un poco mejor.
El doctor dijo que tendría los resultados en tres a cinco días laborales, pero pasaron 10 días y no me dijo nada. Llamé al consultorio y pregunté si perdieron mi lunar. El equipo médico pidió disculpas y dijo que lo enviaron para pruebas adicionales. Ahí es cuando sentí la primera sensación negativa.
En el 14º día después de la biopsia, estaba en el auto con mi esposo cuando el consultorio del dermatólogo llamó con mis resultados. El tono sombrío de la voz de mi doctor anunció el melanoma antes de decirlo con palabras. Afortunadamente mi esposo estaba manejando. Tenía melanoma de etapa 1a que estaba a punto de convertirse en etapa 1b. Lo primero que pensé fue, "esto es peor que el caso de mi papá". Luego pensé, "¿cómo podía ser peor que el de mi papá?". El doctor recomendó una cirugía inmediata y una prueba de los ganglios linfáticos. Toda la llamada duró menos de 10 minutos, pero mi rostro estaba pálido y mi mundo también perdió su color.
Dos semanas después de esa llamada telefónica, fui al hospital por ocho horas. Nunca antes me habían anestesiado. El único procedimiento médico que había tenido hasta entonces era la remoción de mis muelas del juicio. Desperté después de la cirugía con dos incisiones grandes y mucha pena por la vida que ya no tenía. Me encantaba broncearme. Y eso estaba arraigado profundamente en mi imagen corporal. Además de la pena, también estaba enojada conmigo, con el sol e incluso con el hábito de mi papá de quemarse cuando cortaba el césped o cuando jugaba golf.
Quería correr, levantar pesas y acostarme bajo el sol nuevamente. Los primeros dos deseos tendrían que esperar hasta que sane y el tercero ya no era una opción para mí. Debía cambiar mi estilo de vida y cancelar mi membresía al salón de bronceado.
Deje de tener pena por eso después de un mes y medio. Comprendí que eso no servía de nada y que tenía la oportunidad de aprender, cambiar mis hábitos y dar gracias por mi segunda oportunidad. Pero hacía esto en silencio, sin decirlo casi a nadie debido a la vergüenza que sentía por mi diagnóstico.

Durante los dos siguientes años después de mi cirugía, me sometí frecuentemente a evaluaciones de mi piel y perdí la cuenta de las biopsias que tuve. Sentía como si estuviesen rebanando mi cuerpo. El peso de la carga mental, emocional y física de sobrevivir, hizo que comprenda que necesitaba apoyo. Era hora de compartir mi historia.
En las redes sociales, encontré #melanoma y me sorprendió cuantas personas que tenían un poco más de 20 años compartían historias de sus melanomas. Tomé una foto de mis cicatrices, la publiqué, entré en pánico y lancé el teléfono al otro lado del cuarto.
La mofa, vergüenza y mensajes de "te lo dije" que esperaba nunca aparecieron, ni siquiera una vez. En vez de eso, mi comunidad me dio amor y apoyo y yo estaba muy agradecida. Una vez que empecé a interactuar con otros sobrevivientes de melanoma y consejeros, mi carga se desvaneció.
Me alegra haber buscado apoyo cuando lo hice. El melanoma de mi papá reapareció en su cerebro y pulmones. Después de 21 rondas de inmunoterapia, radiación de bisturí de rayos y y varios viajes a la sala de emergencias, las lesiones de mi papá empezaron a encogerse. Actualmente, mi papá todavía está aquí y su melanoma ha desaparecido casi por completo. Estamos tan agradecidos y esta experiencia ha hecho que nuestra familia esté mucho más unida.

Ahora acepto el hecho de haber amado el sol. En vez de culparme en silencio, digo lo que siento y concientizo a otras personas para que se cuiden del sol y para que se sometan a examinaciones de la piel. Soy voluntaria en la Melanoma Research Foundation [Fundación de investigación del melanoma] y estoy en el comité de líderes de la Melanoma Research Alliance [Alianza de investigación del melanoma] (MRA). En lo que se refiere a la MRA, voy al capitolio cada año, a pedirle al congreso que proteja el financiamiento de investigaciones, que prohíba las camas de bronceado y que investigue de mejor forma los ingredientes de los protectores solares.
En vez de torturarme por no protegerme del sol cuando era adolescente y adulta joven, estoy trabajando para cambiar la cultura que motiva a las personas a que ignoren los riesgos de broncearse. Todavía asisto a las fiestas navideñas brillando, pero ahora con gratitud y no por haberme bronceado.
Este recurso educativo se preparó con el apoyo de Merck.
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